Bragas
descosidas o camisetas amontonadas, la respuesta de mi duda se
refleja en el carmín corrido de tus labios al regalar besos
originariamente míos, sensaciones que yo te enseñé a provocar
algunas noches y que tú has decidido propagar, como el fuego de un
incendio en verano y yo haciendo de bombera, apagando los resquicios
de algo que nos quedó a media y que, tras tu excusa, has decidido
terminar con veinte o treinta más. ¿Y eso es amor? No, es el vicio
que provocar tu sonrisa, la cual ninguno sabe como trastocarla y
hacerte suspirar, nadie te regalará eso en bandeja, la magia es la
cerilla, perdida entre la llama de la vela, quererte como el fuego al
hielo, ardiente pero dolorosamente, opuesta a un mar con un sinfín
de dudas, con recovecos destrozados por lágrimas que supieron a sal
y tantos otros tuyos, o a tantas mentiras que apagaron el sol y lo
transformaron en bochorno. Y es que el frío también quema, como
todo este desastre, como tú, porque el caos también puede ser
precioso o eso solía decirte, pero nunca me dejaste acabar la frase,
ni los versos, ni el café, ni esto que nunca fue nada y que para mi
lo significó todo. ¿Rotos? Los platos, los silencios y algunos
corazones que decidieron unirse al mío, soy el producto de todo el
dolor que has causado, ten miedo, que del hielo, también puede
surgir el fuego.
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