El
último día siempre supone ser el más complejo, el del sabor
amargo, el de sabor a sal que contrarrestabas con el azúcar en el
café, pero ese día no, ese día querías té y las tazas se cayeron
al suelo, con las ilusiones de una vida a tu lado. Las esquirlas
cortaban, pero solo lloraba lágrimas de sangre y recuerdos. Porque
eramos un huracán de sentimientos incompletos, inconexos,
incoherentes que se querían a morir. Nos sorbíamos entre silencios
y pedía a las puertas del cielo contemplarte una vez más durmiendo,
no existía mayor placer que ello. Qué sabré yo de amor, si solo
soy una mortal más, pero lo de ella era magia convertida en besos y
no tengo respuesta al “¿qué sientes?” porque me resultan
banales las palabras si quiero aún definirlo. Nuestra pequeña
libertad rota por un beso en la frente. Creamos infinitos que
envidiaban el infinito y cuando digo que sobran las palabras, no me
equivoco. Aquí tienes las últimas palabras de mi despedida, mi
chica rock, mi pequeño rincón de Madrid, te echo de más, espero
que jamás me eches de menos.
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